De acuerdo con un estudio realizado or la Kellogg School of Management y la London Business School el reemplazo de un directivo que se marcha debe hacerse con alguien de fuera de la compañía. Es la única manera, dice, de cortar el hábito en la toma de decisiones.

Si bien parece lógico pensar que la persona ideal para reemplazar a un ejecutivo saliente es nombrar a alguien de adentro, muy familiarizado con la organización, los investigadores hablan de la altísima posibilidad de que tal persona tenga la misma tendencia que el anterior a tomar malas decisiones que comprometen a la compañía. Alguien de afuera, en cambio, está en condiciones de dar un giro fresco al modo de operar.

Pero muchas veces las compañías cometen el error de decidirse por lo más lógico para evitarse problemas y no correr riesgos para terminar empeorando la situación. En el ejemplo particular del líder que parte se puede ver esta situación muy a menudo, ya que la mayoría opta por entregarle el puesto a alguien conocido y perteneciente a la organización.

Una investigación realizada conjuntamente por Kellogg School of Management y London Business School afirma que eso es un error porque es más saludable traer una persona nueva totalmente desligada del directivo que se va y de la empresa para que pueda tomar decisiones más independientes, ya que si el puesto lo ocupa alguien con algún tipo de lazo sicológico con la compañía o con quien parte de ella, la tendencia es a que tome decisiones de la misma línea de las que tomó el directivo anterior, así hayan sido negativas.

Esta conexión sicológica que tiene la persona dentro de la empresa que ocupa el nuevo puesto fue bautizada por los investigadores como una trampa en la que cae el nuevo líder, indirectamente predispuesto a cometer los mismos errores que el anterior.

Ellos explican que si este reemplazo que provino del interior de la organización está conectado, por sutil que sea, con su antecesor, este tenderá a darles mayor credibilidad a los compromisos del directivo original e invertirá más en las decisiones que había tomado esa persona, así sean erróneas.

Los investigadores mencionan el ejemplo de la General Motors que reemplazó a su CEO, Rick Wagoner, con su protegido, Fritz Henderson, con lo que, según sugiere este nuevo estudio, la relación que estos tenían podría comprometer la efectividad de Henderson, contrario a la situación que se dio en la Ford, en donde una persona de afuera, Alan Mulally, fue llamada para darle un completo giro a la compañía.

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